En base a un estudio etimológico de la palabra ‘mersa’ pude arribar a la conclusión de que, así como los nativos de Persia eran Persas, se denominaba como Mersas a los oriundos de Mersia, ciudad pequeña cercana a Tesalía donde moraban los pelasgos y los aqueos en el siglo XIII A.C.
Tratando de develar por qué se utilizaba el vocablo ‘mersa’ como sinónimo de baja calidad o mal gusto mis investigaciones me llevaron hasta el siglo XII antes de que los Dorios ocuparan aquella región. Me encontré con la historia de un poeta, el único que existía en Mersia ya que el resto de los escasos pobladores eran comerciantes o simples holgazanes cuya principal actividad era hurgarse con los meñiques las orejas.
Así fue que accedí a una copia, de las pocas que se rescataron de las llamas, de una recopilación literaria de este autor llamado Hermiógenes Calatrava. La obra en cuestión llevaba por nombre ‘Poemas extraordinarios’ título de por sí muy sugestivo y estimulante. Desagradablemente, ya desde los primeros párrafos, me encontré con una sarta de barbaridades y de vocablos irrepetibles que poco tenían de poético.
La cultura de los Mersas estaba poblada de chabacanería, frases vulgares y expresiones bajas y repulsivas que Hermiógenes trasladó a su poesía en forma descarnada. Más tarde comprendí que ‘Poemas extraordinarios’ era la tercera pieza de una trilogía cuyo primer capítulo era ‘Poemas muy ordinarios’ y el segundo se denominaba ‘Poemas por demás ordinarios’. Entendí demasiado tarde que por un error de imprenta la obra de la que extraje la muestra para esta enciclopedia equivocó el título original que era ‘Poemas extra ordinarios’.
Para proteger la calidad editorial de la presente Enciclopedia y a la vez brindar una muestra de la obra de este autor ya que fue único en su estilo, he optado por reemplazar los términos que puedan herir vuestra sensibilidad por el nombre de pájaros, mucho más adecuados al texto poético.
He aquí, entonces, el poema de Hermiógenes, el mersa, intitulado: ‘Estuve cerca’
En nuestro primer encuentro, amada mía,
Sentí que me invadía un aire nuevo,
Tal vez por el polen de aquel día
Me agarró una picazón en el jilguero.
Tu presencia llenó mi universo de color
La pasión me dejaba el alma rota
Te agachaste a oler aquella flor
Y a mi ya me chiflaban las gaviotas
Te tomé de la mano tiernamente,
El sol jugaba entre los pliegues de tu blusa
Traté de no dejar volar mi mente
Cuando asomó entre tus piernas la lechuza
Una escultura te quise regalar
Y el amor se apoderó de aquel momento
Entonces, dispuesto como estaba a modelar
Enterré mi chingolo en el cemento
Tu, contenta con mi regalo entre tus manos
Yo, feliz con tu piel plena de aromas,
De repente llegaron tus hermanos
Y me quedé sin conocerte la paloma.
Espero como recopilador y responsable de esta enciclopedia que reúne obras inéditas de la literatura universal, que el reemplazo de los vocablos inapropiados por el delicado nombre de las aves haya atenuado en algo el carácter desagradable de este poema.